22.10.12

Retrato de una vida sencilla




Exilio

 Parte de un artículo publicado en el diario alicantino, La Verdad que trata el mismo tema que nuestro libro.

Miles de alicantinos se fueron a buscar un trabajo o al exilio

 J.Martínez

"La mayoría de los alicantinos que emigraron lo hicieron por motivos económicos. En épocas de sequía o de inundaciones, emprendían viaje a Argelia para trabajar como temporeros en el campo. «Además de que los franceses eran más industriales, las duras condiciones climáticas de Argelia eran más propicias para los levantinos, acostumbrados al calor y a trabajar la tierra», relata Juan Ramón Roca.
«Unos convirtieron los alrededores de Argel en sus tierras de cultivo, y otros trabajaban en la cantera transportando la piedra con la que se construían las carreteras», explica Menages. Y todos con un objetivo común: enviar todo el dinero posible a sus familias.


Jose Juan, el abuelo ciego del coguionista, Alain Bonet, 
el día de su boda con la ciega del pueblo de al lado.  
Las cosas se resolvían así entre inmigrantes. 

Nacidos en Torrevieja y Salinas,  emigraron de niños

y hablaban una mezcla de francés, español y valenciano, 
según el ámbito laboral o familiar, con localismos de vocablos 
que han heredado los descendientes que ahora viven en Niza. 
Companage para el fiambre, alficós para el pepino...
Músico, casi el único trabajo que podía
 desempeñar un invidente en la Argelia
 de principios del s XX.



Muchos de los alicantinos que se marcharon como temporeros acabaron instalándose definitivamente en Argelia. Joan-Lluís Monjo, coautor de 'Els valencians d'Algeria: memoria i patrimoni d'una comunitat emigrada', afirma: «Aquellos que emigraron en el siglo XIX para trabajar como jornaleros agrícolas o en las canteras, fueron especializándose hasta convertirse en podadores o en escayolistas, mientras que otros montaron sus propios negocios». No era extraño pues encontrar en Argelia tiendas de zapatos regentadas por ilicitanos o eldenses, o pequeños establecimientos de venta de turrón o helados atendidos por emigrantes de Xixona o de la Foia de Castalla.
La Guerra Civil española supuso un cambio en el perfil del emigrante. Hasta 1936 eran los hombres los que se marchaban a la vecina Argelia para ganarse la vida, aunque después intentaban llevarse a la familia. Tras la contienda española -y especialmente a partir de los años 50- fueron las mujeres las que comenzaron a emigrar para trabajar en el servicio doméstico. Cuidar a los niños, darles de comer y limpiar eran algunas de las tareas que tenían encomendadas.
La profesora Menages relata que «las mujeres se iban solas, sin sus maridos, para criar a los niños de las clases más poderosas de Argelia. Ellas cuentan que querían mucho a sus amas, que se sentían muy bien tratadas, ya que recibían mejor trato que las que trabajaban con las clases más ricas de ciudades españolas como Barcelona o Alcoy»."
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Miles de alicantinos emigraron a Argelia (la verdad.es)

19.10.12

Me he quedado con ganas...

... de más. Se me ha hecho corto.
Esta puede ser una frase demoledora, depeniendo de la situación y contexto. 
Pero cuando te la dice un lector, que asegura haber disfrutado de la lectura de tu obra, es alentador.
Uno de esos detalles que plagan la trayectoria de una creación, y que ante momentos de desánimo por la trascendencia que pueda tener la misma en un mar editorial, te hacen sonreir y pensar que los dos años dedicados a su realización han valido la pena. 




Por haber disfrutado de esa labor mientras la realizaba, y haberlo hecho bien. 

Crítica en AU

 Esta crítica se publicó en la versión digital de AU, Agenda Urbana

 

AL NORDESTE DE ARZEW

Pacosales, Alain Bonet, Carlos Maiques ·De Ponent · 2011

Al dibujante valenciano Paco Sales (que firma este trabajo como Pacosales) debió de encendérsele una bombilla dentro de la cabeza al escuchar los relatos de su suegro, Alain Bonet. Éste contaría en alguna sobremesa sus recuerdos de cuando su infancia de francés pied noir en Argelia –o tal vez ni siquiera en una sobremesa; a sus mismos nietos, a los hijos de Paco– y aquél iría esbozando poco a poco las imágenes que luego, más tarde, habrían de conformar su particular storyboard. Así podemos imaginar la génesis de este libro.
De aquella idea primigenia del dibujante que toma para sí el relato de otro adaptándolo a su sensibilidad y recursos hasta el resultado final, el trabajo que Paco Sales y su equipo (Alain Bonet: coguionista; Carlos Maiques: color) lleva a cabo supone, primero, una inmersión en la historia reciente de la Francia colonial (esa que lleva a cabo Albert Camus, otro pied noir, tal vez el más ilustre, a insistir en lo terrible del asunto ante la cortina que corren los mismos políticos franceses), y luego, la recreación del entorno cotidiano de un grupo de niños (Paul, Bachir, Djilali y Pierre, trasunto este último, adivinamos, de un Alain Bonet niño) y sus familias que viven no sin dramatismo los acontecimientos que enfrentaron a argelinos y franceses por la independencia del país norteafricano.
Pero más allá de la guerra encubierta, de sus consecuencias, la infancia de los protagonistas transcurre luminosa, aventurera, amistosa. Felizmente. Que es lo que al final trasluce en esta deliciosa historia, compendio del trazo seguro de los lápices de Paco Sales, el color siempre delicado de las acuarelas de Carlos Maiques y la claridad (sin nostalgias grises, ni mucho menos justicieras) de la memoria de Alain Bonet. RAFA MARTÍNEZ





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